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A D. ANDRÉS LAMAS

Je ne demande plus á la muse que j'ahme
Q'un seul chant pour ma mort, solennel et supréme;
Plutót que je n'ai dû je reviens dans la lice
Mais tu le veux, ami! ta muse est ma complice.
J'unis donc â tos chants quelques chants téméraires.
Prends ton luth ímmortel, nous combattrons en fréres
Pour les mêmes áutels et les mêmes fóyers.

Víctor Hugo

De hastío el alma y de pesares llena
Busqué en el ocio la deseada paz,
Y del laúd que acompañó mi pena
Rompí las cuerdas y dejé el cantar.

¿Qué sirve, dije, que contino ímplore
Consuelo breve para tanto mal,
Y de ese mundo descarriado llore
El perdurable roedor afán,

Si he de hallar solo corazones fríos
Que no latieron de dolor jamás,
Si han de perderse los cantares míos
Como las brisas en revuelto mar?

Yo quiero lejos del humano ruido
Muda plegaria dirigir a Dios,
Antes que pongan una cruz de olvido
Sobre mi cuerpo sin vital calor.

Como hoguera mal cubierta
Que una roja chispa enciende
Y de sí llama desprende
Con más vivo resplandor,

En mi pecho el puro fuego
Que el pesar ahogado había,
Encendió tu fantasía
Aun más férvida que el sol.

Y sentí a tu noble acento
En mis ojos seco el llanto,
En los labios sed de canto
En el alma intenso ardor.

Sí, cantemos: de la lira
Salgan sones elocuentes
Que conmuevan a las gentes
Y sean gratos al Señor.

Descendamos a la arena
Con la frente sin mancilla
Doblegando la rodilla
De virtud ante el altar;

Y halaguemos con cantares
De suavísima armonía
Al que yazga en agonía,
Al que sufra acerbo mal.

Arrastrando una cadena
De insufrible pesadumbre,
El esclavo ve la lumbre
Y maldice su nacer,

Porque el sol de cielo estraño
Al que agobia torpe yugo
Sirve solo de verdugo
Que le dice —«hoy lo que ayer».

Sobre blanco mármol frío
El mendigo ve la aurora
Y sustento en vano implora
Por el Santo de Israel;

Y a la párvula inocente
Que de sí la madre arroja,
El rocío acaso moja
De algún templo en el dintel.

Tiene América rasgados
Por las lides fraternales
Los ropages virginales
Con que el cielo la vistió;

Y su seno mal velado
A ese viejo mundo incita,
Que usa virgen necesita
Para alivio a su pasión.

¿Por qué, pues, bajan al llana
Esas huestes iracundas
Y en contiendas infecundas
Sangre dan, y hacen correr?

—Porque quieren sus caudillos
Con el hierro de la lanza
Do virtud tan solo alcanza
Alcanzar ellos tambien!

¿Y por qué labran tiranos
En su bárbara locura
El ajena desventura
Y su propia perdicion?

Pues no más que leves pajas
Ellos son para el Eterno
Que arrojar puede al infierno
Con su soplo estirpador.

¿Y callar podrán los labios,
En la lira no habrá acentos
Que mitiguen los tormentos
De la América infeliz?

Si, que el vate es para el pueblo
Un fanal que en la tormenta
El pavor del alma ahuyenta
Con la luz del porvenir.

Lucha el torrente con terrible zaña
Contra los diques que a su paso halló,
Pero ya rotos apacible baña
Los secos prados, la tostada flor.

Así también cuando elevados vates
Rompen las vallas de revuelta grey
Exenta corre de furor ni embates
Prestando fuerza a la olvidada ley.

Vendrán, amigo, los serenos días
Si fe tenemos y confianza en Dios,
Si al pueblo abrimos anchurosas vías
Por donde corra de la dicha en pos.

Al lucir tan bella aurora
Para el mundo de Colón
Tendrá fin ese tormento
Que te oprime el corazon.

En la lira no habrá, amigo,
Cual ahora cruda hiel,
Pues del vate, largo y dulce
Será entonces el placer.

Como el beso sin mancilla
Que en la noche nupcial
El esposo da en el seno
De su amada al despertar.

autógrafo

Adolfo Berro


«Poesías» (1840)

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