Roza los líquenes y las osamentas abandonadas al rocío,
después alcanza las habitaciones y entra en las hebras de la
sosa caústica. Luego viene a tus manos como una lengua luminosa
y se desliza en las grasientas células. Hierve como
suavísimas hormigas y tus manos se inmovilizan en la felicidad.
Cuando el sol vuelve a su cuenco de tristeza mira tus manos abandonadas
por la luz.
Antonio Gamoneda