ÁNGULO DE SU HUIDA
Acuden internos. Brota
para perenne belleza
la inundación de mis brazos.
Domicilio cierro al beso,
prohíbo toda caricia,
pero agacho mi cabeza
y entro en la cueva del aire,
en el molde de su cuerpo
que dejó en el aire al irse.
En su anterior permanencia:
estrago, fuego y dominio.
¡Qué dolor de brida firme!
Y la estela de su marcha
abierta al igual que un libro.
Y yo leyendo en los muros
del ángulo de su huida
los imposibles estímulos.
Manuel Altolaguirre