EL ABOLIDO
Desde la entraña de su ser buscaba
una distancia que le huía siempre;
pensaba a veces que iba acortando
el trayecto que tanto los separa.
Desandando caminos los hundía.
Vivía huyendo de sí, vivía escapando
(decían absortos: de dónde ha salido
que el amor día a día va creciendo,
si vamos acercándonos a trancos
a plenitudes arduas que lo ignoran).
(Sentían arder dentro de sí ceniza
de otros volcanes apagados, era
crujir caminos, quebrarse distancias
como si secos tallos vertebrales).
Se salió con la suya y fue vivir
como quien siente que le crecen hierros
en las manos, no importa qué supone
su andar, su desandar, las cataratas,
anochecer cuando despunta el alba
y oír la voz que te reclama cuándo.
Belisario Betancur