Entre una y otra clase, en la tarde de lluvia,
te escribo cuatro líneas, u ocho, mejor dicho
(la lluvia con el sol detrás, sería rubia)
y dejo que la pluma divague a su capricho.
Vaga sobre el papel pero tan suavemente
como mi pensamiento sobre tu dulce cara.
No te veré después, como pensé, inocente...
Dios dispuso que hoy sólo te dibujara.
Baldomero Fernández Moreno