CXLIII
A UNA GRAN SEÑORA QUE DEJÓ EL SIGLO
Tú que la dulce vida en tiernos años
trocaste por la vida trabajosa,
la blanca seda y púrpura preciosa
por áspero cilicio y toscos paños;
tú que, viendo del mundo los engaños,
al puerto te acogiste presurosa,
cual nave que en la noche tenebrosa
teme del mar los encubiertos daños;
canta la gloria inmensa que se encierra
en el alma dichosa, ya prendada
del amor que se enciende en puro celo;
que si el piloto al divisar la tierra
alza la voz de gozo acompañada,
¿qué debe hacer quien ya descubre el cielo?
Juan de Tassis y Peralta
Conde de Villamediana