APOTEOSIS
Traducción de Albert Samain
La Catedral temblaba con el vibrar sonoro
de sus bronces; tronaban los cañones distantes,
mecíanse en el viento mil flámulas triunfantes
y cánticos de gloria timbraban en el coro.
Inclinose el Monarca con soberbio decoro,
y entre un desfile inmenso de luces vacilantes,
adelantóse el Papa, cubierto de diamantes,
llevando entre los dedos una corona de oro.
—Hijo….— exclamó el Pontífice con voz calmada. Entonces
hubo un silencio grave. Calláronse los bronces
y los clamores sordos del pueblo en regocijo;
y por un breve instante, ¡oh César poderoso!
sólo se oyó en la calma del templo majestuoso
la voz de una viejilla que lloraba por su hijo...
Eduardo Castillo