SONETO XLV
A la sombra de un olmo, al nuevo día
De suspirar y de llorar cansado,
Con el alma despierto, y desvelado
Con el cuerpo, el pastor Tirsi dormía:
A su Fili soñando que veía
Movida a compasión de su cuidado,
Hablarle mansamente, apresurado.
Por asirla, las manos extendía.
Cuando del ansia y del deseo alterada
Despide el alma el sueño: la pastora
Huye con él: y Tirsi abraza el viento.
Entonces con voz flaca acompañada
De lágrimas dice él: ¿quién quita ahora
A los ojos el bien del pensamiento?
Francisco de Figueroa