LA MUERTE DE ADONIS
«Hijos del alma,
Llorad , Amores;
Finó mi dicha,
Murió mi Adonis:
»Siempre en mi labio
Suena su nombre;
Vuélvelo el eco,
Y él no responde...
»¿Dó estás, bien mío,
Dónde te escondes,
Que de tu amada
La voz desoyes?
»Ven a mis brazos,
No me abandones;
Yo dejé el cielo
Por tus amores:
»Tuya mi gloria,
Tuyos mis dones;
¡Celos y envidia
Diste a los Dioses!
»En tu regazo
Me vio la noche;
Sin voz ni aliento
La aurora hallome;
»Aún reclinadas
Están las flores;
Tu hermosa huella
Aún se conoce:
»¡Ven, amor mío,
Ven a mis voces,
Antes que el llanto
Mi aliento ahogue!... »
Así Venus afligida
Clamaba en busca de Adonis,
Que exánime y desangrado
Yace a la falda de un monte:
Trémula llega la Diosa;
A su amado reconoce;
Y respirando en sus labios,
Quiere que a la vida torne.
Mas ya la barca fatal
Apresta el duro Caronte,
Y del Tártaro al abrirse
Crujen las puertas de bronce:
En turba al mancebo aguardan
Las Sombras de sus mayores;
Y por los cóncavos senos
Lúgubre canción se oye:
«Ya el lago cruza,
Ya llega el joven,
Que más hermoso
No lo vio el orbe.
»Al pie de un trono
Nació entre flores;
Creció colmado
De ricos dotes;
»¿Pero qué vale
Su escudo al hombre,
Cuando la Muerte
Descarga el golpe?
»Al bello príncipe
Llora Dione,
Faunos y Ninfas,
Gracias y Amores;
»Mas hasta el límite
De estas regiones
Ni el eco llega
De sus clamores!»
Con gozo feroz las Parcas
El lúgubre canto acogen;
Como las aves siniestras
Ven de una lid los horrores.
Y en tanto cien Cupidillos
Cercan el cuerpo de Adonis,
Y con las alas enjugan
La sangre que aún tibia corre.
En señal de eterno luto,
Los arcos y flechas rompen;
Y sus cabellos cortando,
Los funerales disponen:
Al bello garzón reclinan
En lecho ornado de flores,
Queman aroma sabeo,
Vierten esencias y olores;
Y Céfiro, a ruego suyo,
El blando aliento recoge,
Y de sus arpas eolias
Saca tristísimos sones.
Francisco Martínez de la Rosa