XL
Sceva, después de la postrera herida
con que dejó su fama rubricada,
así vendió su muerte, así su espada,
ya que compró su gloria con su vida.
«¿No hay quien lleve —exclamó— de mi caída
la nueva a mi contrario deseada?
Porque siento el morir obrando nada;
importe yo difunto, u homicida».
Dijo, y prendiole crédulo un soldado,
cuando el aliento con que ya expiraba
Sceva gastó en matar al atrevido,
diciendo: «Moriré, pero vengado
de la injuria de aqueste que pensaba
que, aun muriendo, me pudo ver rendido».
Gabriel Bocángel