XLIV
Señor, estoy de vos tan alcanzado,
cuando el discurso a contemplar permito,
que, aunque me habéis sufrido de infinito,
representáis paciencia de olvidado.
Yo que dormí, de vuestra voz llamado,
hoy despierto a la voz de mi delito,
y al primero dolor de verle escrito
le dais los privilegios de borrado.
Deuda, Señor, es ya, no confianza,
pensar que del dolor el sacrificio
grato aroma se salve, donde ascienda.
Aun me dejáis sin duda la esperanza,
que quien trocó la ofensa es beneficio,
¿qué mérito dará a la misma ofrenda?
Gabriel Bocángel