LXXI
Habla, bulto animado, no tu esquivo
silencio a tu moderno padre ofenda;
déjame hablar a mí porque se entienda
cuál el pintado es o cuál el vivo.
Tú no sientes, ni yo, puesto que vivo
de dar a mi dolor la infausta rienda.
Tú callas, yo también, aunque me encienda
un ardor en que muero y me concibo.
Nada tu bulto de mi bulto ignora;
firme semblante ofreces y no acaso,
porque retratas mi contraria suerte.
¡Oh arbitrio del amor, formar agora
otro yo que padezca lo que paso
por negarme el alivio de la muerte!
Gabriel Bocángel