OCTAVAS
A UN PENSAMIENTO
Caduco tiempo que la culpa tienes
de mis pasados juveniles bríos,
pues tan ligero pasas por mis bienes,
y tan pesado por los males míos.
Así tus blancas y nevadas sienes
se vean por las Ninfas de los ríos
coronadas con himnos y cantares,
que siempre vueles, o que siempre pares.
* * *
Cuando miraba el bello rostro hermoso
Y de Venus, a quien tuve de mi parte,
corrías tan ligero y presuroso,
que solo tú pudieras alcanzarte.
Y agora que en estado peligroso
miro el aspecto de Saturno y Marte
revuelto en sangre, cólera y braveza,
tropiezas en tu misma ligereza.
* * *
Si con tu mano vengativa vuelves (1)
la rueda más cruel que de navajas,
y en la ocasión fatal que la revuelves
los bajos subes, y los altos bajas.
Pues en darme desdichas te resuelves (2)
¿por qué darle otra vuelta no trabajas?
que aunque vaya a desdichas condenado
es mejor caminar, que estar parado.
* * *
Yo soy aquel que tuve tal ventura (3)
que pudiera triunfar de los despojos (4)
de la mayor belleza y hermosura
que ver pudieron los humanos ojos.
Mas como en todo la mujer procura (5)
seguir la vanidad de tus antojos, (6)
perdí la posesión y la esperanza,
que su mayor firmeza es la mudanza.
* * *
Luego me vi anegado y sumergido
en el profundo mar de mis engaños,
cuyas hinchadas olas me han traído
a que padezca daño, y cause daños.
Y dellos acosado y perseguido, (7)
quedo en mis verdes y floridos años (8)
como la verde planta a quien despojas (9)
de sus tempranas verdinegras hojas.
* * *
Y pues tienes el mando y el gobierno (10)
de los fuertes influjos celestiales (11)
y en primavera, estío, otoño, invierno, (12)
padecen por tu causa los mortales. (13)
Derriba, oh tiempo, con olvido eterno
el soberbio edificio de mis males,
pues el más principal de tus oficios
es derribar los altos edificios.
Gaspar Aguilar
Variantes en El Prado de Valencia de Mercader:
(1) Pues con tu mano vengativa vuelves
(2) Ya que en darme desdichas te resuelves
(3) Yo soy aquel que tuvo tal ventura
(4) que pudiera gozar de los despojos
(5) Mas como la mujer siempre procura
(6) seguir la vanidad de sus antojos,
(7) Y en ellas acosado y perseguido,
(8) quedo en mis tristes y floridos años
(9) como la tierna planta que despojas
(10) Tú que tienes el mando y el gobierno
(11) de los ciertos influjos celestiales,
(12) y en primavera, estío, otoño y invierno,
(13) por tu causa padecen los mortales,