A LA POESÍA
¡Oh, tú, del alto cielo
Precioso don, al hombre concedido!
Tú, de mis penas íntimo consuelo,
De mis placeres manantial querido;
Deja que pueda mi dorada lira
Cantar la gloria que tu fuego inspira.
¡Ardiente Poesía!
¡Alma del Universo! De tu llama
Al incendio feliz, el alma mía
En entusiasmo férvido se inflama,
Rasga la mente su tiniebla oscura
Y el rayo brota de tu esencia pura.
¿Qué canto desusado
Exhalan, lira, tus templadas cuerdas
Que al pecho palpitante y abrasado
Pasadas dichas y placer recuerdas,
Volviéndole ¡ay! las emociones gratas
Con que los dias de su abril retratas...
¡Salve, salve mil veces,
Musa de la ilusión, que adormecida
Estabas en mi mente! Resplandeces
Astro de paz en mi agitada vida,
Y al noble fuego de tu amor fecundo
Llenaré de tu gloria el ancho mundo.
Mas no: tú misma vuela
Y al orbe tus misterios celestiales
Con abrasada inspiracion revela,
Comunica tu fuego a los mortales
Y haz circular tu soplo blandamente
De región en región, de gente en gente.
Asaz el monstruo impío
Que en sangre hirviente sus laureles baña,
Al viento dio su pabellon sombrío,
Asaz ardiendo en inclemente saña
El numen ¡ay! de la nefanda guerra
Con su cetro feral rigió la tierra.
De la ambición insana,
Del odio, y la venganza acompañado,
Al Orco torne, en impotencia vana,
Quede su solio impuro derrocado,
Y el funesto laurel que altivo ostenta
Marchito caiga de su sien sangrienta.
¡Genio de la armonía!
No a la posteridad des la memoria
De esos hombres de sangre, ni a su impía
Fama le prestes tu fulgente gloria:
Tu carro triunfador no cuesta llanto
Ni el laurel que conquistas con el canto.
No envidies sus blasones
Ni del poder la efímera grandeza
Que hinchada ves de impuras oblaciones:
De tu destino la inmortal belleza,
Tu sublime misión ¡oh poesía!
Ni acero ha menester ni tiranía.
lOh! nunca profanada
La altiva frente ante los tronos bajes,
Ni sea tu voz por la ambicion comprada,
Ni cubras la impiedad con tus celajes:
¡Nunca el magnate o el feroz soldado
A sus pies vean tu laurel hollado!
Tu genio independiente
Rompa las nieblas del error grosero,
La verdad preconice, y de su frente
Temple con flores el rigor severo,
Dando al mortal en dulces ilusiones
De saber y virtud gratas lecciones.
A ti ofrece natura
Su más variada pompa y su grandeza,
A ti los cielos brindan su hermosura,
Y el aura de la noche su pureza;
Y el hímno entonas que al Eterno sube
En las zafíreas alas del Querube.
Hablas: todo renace.
Tu creadora voz los los yermos puebla;
Espacios no hay que tu poder no abrace;
Y rasgando del tiempo la tiniebla,
Luz celestial, descubres e iluminas,
Las mutiladas silenciosas ruinas.
Por tu acento apremiados,
Preséntanse del fondo del olvido,
Ante tu tribunal siglos pasados,
Y el fallo que pronuncias, trasmitido
Por una y otra edad en rasgos de oro
Eterniza su gloria o su desdoro.
Al héroe que se inmola,
Y a quien su patria ingrata desconoce,
Le ciñes tú la espléndida aureola,
Y haces que el sabio la esperanza goce
De que si el odio empaña su memoria
Tú cantarás al porvenir su gloria.
Mas si entre gayas flores
A la beldad consagras tus acentos,
Haces nacer los célicos amores;
Haces brotar pirísimos contentos;
Que de tu voz la Omnipotencia blanda
Con ley de paz los corazones manda.
Así Petrarca un día;
Sintió de amor las penas, los encantos,
El puro fuego que en su pecho ardía
Admira el mundo en sus divinos cantos,
Y aun en la orilla de Valclusa el aura
Murmura triste el nombre de su Laura.
Y vosotros, de España
Vates ilustres, dulce Garcilaso
Tierno Melendez.... la iracunda saña
De altivos héroes celebráis acaso?...
No, que la gloria en vuestra lira hermosa
Solo enlaza los mirtos con la rosa.
¡Oh! si dado me fuera
Vuestro dulce cantar, vuestra ternura,
O el plectro ardiente del sublime Herrera,
O del culto Rioja la tersura,
Entonces ¡ay! el fuego que me anima
Extendiera mi voz de clima en clima.
Mil veces desgraciado
El que insensible a tu divino acento
Con alma yerta, y corazón gastado,
No siente hervir el alto pensamiento;
Que es el mundo sin ti templo vacío,
Cielo sin claridad, cadáver frío.
Mas yo doquier te miro:
Si de la noche con el fresco ambiente
De puras flores el aroma aspiro,
Al murmurar de la sonora fuente;
Tú respiras allí, y en leda calma
La dulce inspiración viertes al alma.
Si con la blanca aurora
Despertando natura, se engalana,
Y de zafir y rosa se colora,
Rica de juventud, de amor ufana,
Tú con su brisa en lánguidos desmayos
Giras del sol en los primeros rayos.
Si al huracán violento
De la borrasca el manto denegrido
Enluta el éter, y en su firme asiento
El cerro tiembla al hórrido estampido,1
Trémula siento palpitar mi seno
Y oigo tu voz al retumbar del trueno,
También, también un día
Del ancho mar en el inmenso llano
Tu faz sublime con placer veía,
Ora silvase el aquilón insano,
Ora gimiese en la extendida lona
La brisa pura de la ardiente zona.
¡Aun en la tumba helada!
Aun en la tumba, sí, pálida y bella
Te vi borrar, de adelfas coronada,
De la muerte cruel la triste huella,
Y de tu santa inspiracion el vuelo,
Llevar el alma del sepulcro al cielo.
De la fortuna ciega
Nunca imploré los miserables dones
Ni de las dichas que el amor me niega
Me adularán mentidas ilusiones.
Eres tú sola ¡Oh musa! mi tesoro,
Tú la deidad que sin cesar imploro.
Y no ambiciosa aspiro
A conquistar el lauro refulgente,
Que humilde acato y generosa admiro,
De Homero o Taso en la radiosa frente;
Ni invoco ¡Biron! de tu gloria esclava
El numen de dolor que te agitaba.
Como rosa temprana
Que troncha el cierzo, o marchitó el estío
Pasa veloz la juventud lozana,
Y la árida vejez, su aliento frío
Al exhalar, marchita cuanto alcanza,
Gloria, placer, ternura y esperanza.
Dame que pueda entonces,
¡Virgen de paz! ¡Sublime Poesía!,
No transmitir en mármoles y bronces
De un siglo en otro la memoria mía;
Sólo arrullar, cantando, mis pesares,
La sien ceñida de modestas flores.
1840
Gertrudis Gómez de Avellaneda
1 Se ha aplicado el cambio de la fe de erratas de la publicación original, el verso publicado que se corrige en ella era:
El cerro tiembla en hórrido estampido,