AL ÁNGEL DE LOS JARDINES
Endáliame las manos. Naranjiza
la sed a mis amargas comisuras.
Gladiólame las nébulas oscuras.
Suavemente los ruidos codorniza.
Caméliame el silencio. Magnoliza
mi piel, y en tanto que su ardor saturas,
derrámale llantén y olivaturas,
y a mis plantas el polvo treboliza.
Cubre mis hombros de limón y menta.
Del sen y la balsámina yo sienta
por ti, el aroma, el exhalar profundo.
Y así, de ramos y de frutas lleno,
sacúdeme, ¡oh arcángel de centeno!,
como a una inmensa floración del mundo.
Germán Pardo García