APOLO Y DAFNE
Él amaba a la doncella, esquiva
cual una corza del Parnón sagrado,
y a su tímido seno, fascinado,
tendió la red de su pasión lasciva.
La alondra musical tembló cautiva.
Cayó una verde lágrima; el costado
comenzó a transformarse en encarnado
relieve de madera sensitiva.
Absorto el dios ante el prodigio inmenso,
flotó en la claridad como el incienso
de las aras y el culto sibilino.
Y al besar la naciente arboladura,
se difundió en sus labios la frescura
que da a los bosques el laurel divino.
Germán Pardo García