ELEGÍA III
¡Ah, qué triste, querida,
esta antigua nostalgia que siempre sabe a nueva;
esta paz de vaso vacío,
este dolor de gota lenta.
Aquel dulce sendero florecido de entonces
es hoy una sinuosa cicatriz de la tierra;
las semillas que., al verte, se les caían a los pájaros,
son hoy lúgubres árboles de ausencia;
y el mar subió, una tarde turbia,
y se llevó el anillo que perdiste en la yerba
José Ángel Buesa