SANTO OFICIO
Alrededor de las persecuciones hay siempre un subrepticio vendedor de jaculatorias. Se le conoce por la cera litúrgica que destilan sus ojos, también por una herida sin cicatrizar que ostenta en el sañudo cielo de la boca. No te acerques a él, tú que acaso confundas la dirección correcta de la huida, no te dejas tentar por esa detestable incitación a la virtud. Quien persigue al liberto ¿no es siempre el más esclavo? El vendedor imparte su enseñanza con taimado escrutinio, muda de piel como el reptil en la pedriza, sólo intenta salvar al que ya se ha rendido. Su sombra engulle consagradamente la sombra cautelar del acosado. Por lo común se hace llamar el Émulo-mayor-del-único-camino.
José Manuel Caballero Bonald