ANTIGUO VERANO
Las alas del jubiloso julio
concuerdan con la cal
de la azotea.
Cruzan el aire
las leves fumarolas del crepúsculo
y persevera en la memoria
la vida aquella que tú más querías,
el alambique de fulgor doméstico
donde ardió la niñez, la diurna luna,
el despiadado estigma del calor,
el aire tan vibrante como piel de timbal.
Las turbulencias bruscas del verano
no son sino añagazas que conducen
a la azotea donde tú solías
tramitar los sedantes de la noche.
Junto a la cal, la tórrida frontera
donde empezaba a darse a conocer la vida.
José Manuel Caballero Bonald