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RECÓNDITA ANDALUCÍA

Al margen de las «Elegías» de Juan R. Jiménez

Quien en el verbo lírico ame, sobre toda otra cosa, la verdad de la expresión personal, lea el libro de Jiménez. Esta poesía es personalísima del poeta, en la esencia y en la envoltura; es su alma misma, puesta en la más limpia y transparente expresión que alma humana pueda darse en palabras. Infunde el poeta de tal modo su espíritu en los caracteres de la forma, que nuestra lengua, de duro bronce resonante, semeja pasar en sus versos por una entera transfiguración. Nunca se la hizo tan leve, tan vaporosa, tan alada. Leyendo estas Elegías se reconocen, con sorpresa y arrobamiento, todos los secretos de espiritualidad musical, de sugestión melódica, que cabe arrancar al genio de una lengua tenida por tan exclusivamente pintoresca y estatuaria.

Y si en la forma es singular, en la manera como el poeta siente la poesía de las cosas, su personalidad aparece aislada, y como nostálgica, en su medio. Jiménez nació y vive en la más meridional Andalucía. Sabiéndolo, alguien me preguntaba después de leer conmigo este libro: «¿Dónde está aquí el sol andaluz?»... Y, en efecto, el sol que el poeta canta no es el que ven los demás en Andalucía: es el sayo; es el sol velado, melancólico y mustio que difunde sobre los campos su «pena de enfermo», en una admirable página de las Elegías. El cielo que el poeta refleja no es el que inspiró los encendimientos de gloria en las Concepciones de Murillo; no es el que inflama de oro y de púrpura el ambiente del Viaje incomparable de Gautier: es el cielo gris que ha dejado, para siempre, en el arroyo donde ve el poeta la imagen de su corazón, un fondo de ceniza, según otra página muy bella de este libro. Los jardines por donde el poeta vaga no son los que visten las márgenes del Betis y el Genil con las pompas triunfales de una primavera inmarcesible: son aquellos á cuyos tristes rosales prestó la dulce y pálida paseante de otra de las Elegías la gracia melancólica de sus maneras...—¿Será esto razón para concluir que no es Jiménez un poeta de Andalucía?— Yo creo que si lo es, y que lo es de la manera más honda. Leopoldo Alas decía, a propósito de El patio andaluz, de Salvador Rueda, que no hay una sola Andalucía, sino varias. Hay seguramente muchas; pero, por mi parte, yo también sé, o tengo vislumbres, de varias. Hay una que detesto; otra que admiro; otra, muy vagamente sabida, que quiero y me encanta. La que detesto es la de la plaza de toros, y el alarde vulgar, y la alegría estrepitosa, y el gracejo de los chascarrillos. La que admiro es la de los poetas sevillanos, y los pintores fervientes de color, y la naturaleza ebria de luz, y las pasiones violentas e insaciables. La que quiero y me encanta es una que, por muy delicados indicios, sospecho que existe: una muy sentimental, muy suave, muy dulce; como nacida de la fatiga lánguida y melancólica que siguiera á los desbordes de sangre, de sol y de voluptuosidad, de aquella otra Andalucía, la admirable, la solamente admirable; no la adorable, la divina, la hermética... Y Jiménez es el poeta de esta última Andalucía, soñada más que real, y tiene de ella el alma y la voz,

autógrafo

José Enrique Rodó


José Enrique Rodó

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