VI
Amorosa y fecunda como el monte nativo,
en la hamaca se mece bajo frescos palmares;
o tendida en las pieles de lustrosos jaguares
la perfuman los vientos del sonoro cultivo.
Acendrando la magia de su ardiente atractivo,
en el cuerpo se pinta voluptuosos lunares;
y en sus sienes, al ritmo de los raros collares,
juegan lánguidas plumas su reflejo más vivo.
Afligida, en la loma, con los senos desnudos,
la sorprenden las noches esperando al indiano
que en las chambas acecha los tapires membrudos.
Y hacia allá, mientras siente despertar los sinsontes,
ve que algún meteoro rasga el éter lejano
como lívida flecha que ilumina los montes.
José Eustasio Rivera