XVIII
Embozado en la sombra se destaca
el farallón: y la espesura inmensa,
al borrarse el crepúsculo, condensa
un rumor perfumado de albahaca.
Algo se muere entre la fronda opaca;
gime el paujil, la guacamaya piensa;
lloran lánguidas voces, y en la densa
quietud, boga un lucero en la resaca.
Rendido ante el dolor de la penumbra,
mi ser, que es una luz, se apesadumbra;
después, con los murientes horizontes
me voy desvaneciendo, me evaporo...
y mi espíritu vaga por los montes
como una gran luciérnaga de oro.
José Eustasio Rivera