MARTA
XI
Ante aquella pregunta tan extraña,
me sonrojé... porque encontrar, al punto,
no pude una respuesta; y, cejijunto,
pensé: esta niña singular... ¿me engaña?
Sonreí solamente, y, con gran maña,
hablé de algo distinto... de otro asunto;
mas ella —¡dime ya lo que pregunto!—
murmuró medio triste y medio huraña.
Entonces se aumentó mi desconcierto;
y sus mejillas cándidas e ilesas,
y su labio, jugoso y entreabierto,
besé... y ella, agregó: —¿no me confiesas
la verdad? ¿no será... (¡dime si acierto!)
para besarse... así... como me besas?—
Julio Flórez