A MONSEÑOR MALDONADO CALVO
Si todos fueran como tú, si al menos,
tuviesen tu bondad y tu cultura,
y al lucro vil y a la soberbia ajenos...
mirasen como tú, siempre a la altura.
Cómo olvidar, Señor, que del oriente,
como la luz, llegaste a mi retiro;
a dejar de mis niños en la frente
un beso, un beso que acabó en un suspiro.
Así, Señor, así es como se doma
la soberbia aversión, morbosa acaso,
que me inspiran los súbditos de Roma.
Así, porque la huella de tu paso
brilla en mi corazón desde que asoma
la noche, hasta que el sol vuelve a su ocaso.
Julio Flórez