A MI PADRE ENCANECIDO
EN LA FUERZA DE SU EDAD
Es el sepulcro puerta de otro mundo:
Los sabios y los buenos
Así lo afirman, y de espanto llenos
Tiemblan los malos a su horror profundo.
¡Verdad sublime! ¡Oh Padre! Bastaría
Tu dolor elocuente
A demostrarla, y a fijar mi mente
En los tormentos de la duda impía.
Deja que vil calumnia se prepare,
Porque has obedecido
El acento del Dios que ha prometido
«Piedad y amor a quien piedad usare».
Los pullos te bendicen: ellos fueron
De tu virtud testigos,
Y cargan a sus torpes enemigos
La justa execración que merecieron.
No tus canas fijó del tiempo el vuelo;
Sí noble desventura...
—¡Contempla ese volcán! ¿Su nieve pura
No prueba, di, su inmediación al cielo...?
(1820)
José María Heredia