COLOR DE SUEÑO
Anoche vino a mí, de terciopelo;
sangraba fuego de su herida abierta;
era su palidez de pobre muerta
y sus náufragos ojos sin consuelo...
Sobre su mustia frente descubierta
languidecía un fúnebre asfodelo.
Y un perro aullaba, en la amplitud de hielo,
al doble cuerno de una luna incierta...
Yacía el índice en su labio, fijo
como por gracia de hechicero encanto,
y luego que, movido por su llanto,
quién era, al fin, la interrogué, me dijo:
—Ya ni siquiera me conoces, hijo:
¡si soy tu alma que ha sufrido tanto!
Julio Herrera y Reissig