AL AUTOR DEL PEREGRINO
¡Vuelva a mí la esperanza!
Aún brilla airosa la incansable lanza,
Y aún suena el casco del bribón bravio
Sobre las toscas del remoto río:
Y lanzas y bridones
Caminan al fulgor que en los pendones
Difunde el sol de Mayo,
Luminar sin ocaso ni desmayo.
¡Vuelva a mí la esperanza!
Que no solo en los campos de matanza,
Sino también en la invisible esfera
Donde la mente impera,
Hay combate y labor. ¡Bello destino,
Es el tuyo, inmortal pueblo Argentino!
Al redoblar del atambor avanzas,
Al estampido del cañón sonríes,
Y en tus victorias el laurel que alcanzas
Sin que del fiel de la equidad desvíes
Engalanas al vate y al guerrero.
Jamás colgaras el feliz acero
Al muro de tus santas catedrales,
Sin que sonara al pie de sus umbrales
Una lira inspirada.
Hermandad de la Lira y la victoria,
Abrazo de la gloria con la gloria,
Ósculo que se dan las dos hermanas,
A par que las más grandes, las más vanas.
¿Será el rugido de tus ondas bravas
Con que el cimiento de mi patria lavas,
Río sublime como el mar, o acaso
Los llanos que se estienden a tu ocaso,
Quienes el rico don de la armonía
Dispensan generosos? — Desde el día
En que entre risas de la aurora vieron
Nacer la libertad nuestros mayores,
En fuego santo inspirador ardieron,
Y bañada una frente en sus clamores,
Alzose audaz a la inmortal lumbrera
Diciendo al mundo: ¡oíd! ¡Jamás bandera,
Ni trompa, ni clarín, puso en las venas
Tanto valor para quebrar cadenas
Como de López la canción; sublime
Como la mar cuando se explaya y gime,
Como el amor, como la luz fecunda.
¡Y hubo de gloria un siglo en pocos años!
Transformados en hombres los rebaños
Con el poder del huracán cundieron,
Y al sol ardiente ecuatorial pidieron,
Una luz digna de quebrar su rayo
Sobre el acero del fusil de Mayo.
¡Envidia tengo al que viera entonces!
Al que escuchara retumbar el bronce
Arrastrado por potros de mis llanos;
Envidia tengo a quien alzó las manos
Al cielo, agradecido,
Y de pólvora el labio ennegrecido
Abrió a la estrofa que en sagrado verso
Manda antes perecer, que ante el perverso
El cuello doblegar.
¿Por qué pasaron,
Por qué solo recuerdos nos dejaron,
(Recuerdos punzadores) esos días?
Del arpa son las tristes melodías
Que hora escucho sonar; solo quejidos
En extranjeros pueblos difundidos
Arroja el pecho del patricio vate,
Cuyo robusto corazón no late
Al bullicio marcial de la victoria.
¿Y, cómo no llorar cuando la historia
Es tan triste del tiempo en que vivimos?
Joven poeta, ven; mano de amigo
Pongo sobre tu sien: te absuelvo, llora.
¿Cómo no ha de llorar quien va mendigo
De Patria y Libertad, y en cada hora
Escucha, en el martillo que la suena,
Caer una gota al cáliz de su pena?
Llora, pero con lágrima sublime,
Como el órgano santo cuando gime
A par del salmo; como llora el día
Dentro la tumba de la noche fría.
Cuál tu sabes llorar; cuál Carlos llora,
Harold, tu Peregrino:
Es tesoro divino
Una líquida perla, si colora
Su superficie en el rosado viso
Que Dios poner en las mejillas quiso
De virgen pudorosa;
Es cosa santa, irresistible, hermosa;
Vence a las fieras; enloquece al hombre;...
Lágrima de mujer no tiene nombre!
Y el llanto del Poeta,
¿Quién sabrá lo que es?... En la paleta
Que el iris pone en medio del espacio,
En la luz del diamante y del topacio,
En los cambiantes de la luz que espira,
Dentro la mar donde la luz se mira...
No hay colores capaces de pintarlo,
Ni palabra, ni voz para expresarlo
En cuantos ecos la Natura tiene.
Nunca a los ojos por consuelo viene;
Y en gotas de metal enardecido
Cae sobre el corazón... llanto sublime,
Que al pecho del mortal desfallecido,
Del desaliento y del dolor redime.
Río Janeiro, Enero 14 de 1845.
Juan María Gutiérrez