¡Agua corriente eras
y te me fuiste de las manos!
¿En que lecho de amor,
hecha cristal, te habrás parado,
corriendo solo dentro de ti misma
a tu propio mar solo, ardiente y májico?
¡Oh fresco remolino,
que empieza, eterno, en ti, y acaba, eterno,
en ti, y prende lo que ansia
en su raudal cuajado!
Juan Ramón Jiménez