A LA CASTIDAD
Yo no amo la mujer, porque en su seno
Dura el amor lo que en la rama el fruto,
Y mi alma vistió de eterno luto
Y en mi cuerpo infiltró mortal veneno.
Ni con voz de ángel o lenguaje obsceno
Logra en mí enardecer al torpe bruto,
Que si le rinde varonil tributo
Agoniza al instante de odio lleno.
¡Oh, blanca Castidad! Sé el ígneo faro
Que guíe el paso de mi planta inquieta
A través del erial de las pasiones,
Y otórgame, en mi horrendo desamparo,
Con los dulces ensueños del poeta
La calma de los puros corazones.
Julián del Casal