CON GERMÁN PARDO GARCÍA
Tu voz es última y profética
como ardida en viejos chamuscos,
voz de la tierra, tierra misma
que rezuma remotos jugos,
germinales substancias, agrias
maceradas raíces, grumos
vegetales, como estallidos
hacia la patria de los frutos.
Voz de la tierra. Tierra misma
que se hace lengua, ardiente surco
por donde suenan sangre y vida
irguiéndose contra lo injusto.
Entre tus versos el calcáreo
indio atraviesa ardiendo, oscuro,
con su irredenta pesadumbre
y las llagas del escorbuto.
Por tus versos el pan fermenta
amantes féculas, regustos
sufridos. Pasan silenciosos
obreros a un compacto grupo
de esfuerzo diario. Abre homicida
la flor atómica su luto.
La americana noche extiende
su salvaje aliento telúrico.
Tú, Germán Pardo, eres con todo
lo que cantas, fraterno, uno
mismo, materia solidaria,
trozo vivido, grito único.
Tus poemas son como rocas
calcinadas. Riscos abruptos.
Minerales versos, de piedra
en planetarios yermos mudos.
O como tallos vegetales
que en los légamos alzan húmedos
su cereal astronomía,
sus largos brazos de bejucos.
Leopoldo de Luis