MELANCOLÍA
A la hora en que a la tarde le aparecen ojeras,
Cuando aquieto mis pasos por las tristes riveras
Donde entre brumas lilas esfúmanse las naves,
Y afligen como adioses los vuelos de las aves,
Que afrontan lejanías hondas como la muerte;
Cuando el sol moribundo sangre pálida vierte
En la imperial fatiga de su grandeza inútil;
Cuando el amor es necio; cuando la gloria es fútil;
Cuando la misma pena, por el cansancio trunca,
Conoce el desconsuelo de no revivir nunca;
Cuando en el pecho amagan incurables dolencias;
Cuando en el alma hay naves que preceden ausencias:
Lo que en ambos fue dicha reza en mí una plegaria.
Vístese de heliótropo la tarde solitaria;
Los pensativos sauces despídense del día
Con un desasosiego tal, que se creería
Hallar bajo cada uno de los sauces aquellos,
Una huérfana pálida de lánguidos cabellos.
Algo tuvo que gime flota en el oleaje
Taciturno, y agrava la inquietud del paisaje.
Y estoy tan triste, tanto, que ni llorarte puedo;
Pues bajo esa nostalgia que se acurruca en miedo,
No sé por qué inconclusa sugestión de las brisas,
Sufro, y las mismas lágrimas se me vuelven sonrisas.
Leopoldo Lugones