EL POEMA DE ROBOT
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No es bajo el soplo de la indignación
que refiero esta historia sucia como el uranio.
Yo no maté a Robot con la sal de la ira,
sino con los puñales de la ecuanimidad.
No me gusta el furor que se calza de viento
sólo para barrer golondrinas y hojas:
el furor es amable si responde a un teorema
serio como Pitágoras.
Yo viví en una charca de batracios
prudentes y sonoros en su limo.
Cierta vez pasó un águila sobre nuestras cabezas,
y todos opinaron: «Ese vuelo no existe».
Yo me quedé admirando la excelsitud del águila,
y construí motores de volar.
Los batracios dijeron: «Es orgullo».
Les respondí: «Batracios, la mía es altivez».
El orgullo es un flato del Yo separativo,
mas la altivez declara su propia elevación.
Leopoldo Marechal