EL TEMPLO Y SUS CAMINOS
Unas tinieblas que prometen
y a veces amenazan abrirse.
Y es difícil creer que quien recorre
tal camino no se vea acometido
por el temporal
y un temblor casi paralizantes.
Es la luz de un viaje más bien extrahumano,
que el hombre emprendía
asomándose al lado dé allá,
a ese lado al cual se supuso,
cada vez con mayor ligereza,
que sólo se asoman los místicos.
Es la luz que se vislumbra
y la luz que acecha, la luz que hiere.
La luz que acecha en la inmensidad
de un horizonte donde perderse
parece inevitable, y que hiere con un rayo
que despierta más allá de lo sostenible,
llamando a la completa vigilia,
ésa donde la mente se incendiaría toda.
María Zambrano