A UN PRETENDIDO RETRATO DEL AUTOR Y AL AUTOR DEL PRETENDIDO RETRATO
¡Mientes! Tú no eres yo. ¡Mientes, bellaco!
Pudo ser el de Gestas ese gesto,
Pudo ser el de Judas o el de Caco;
¿Mío? ¡Jamás! Lo juro y lo protesto;
Y para dar mi nombre a tal blasfemia
Ni en la Instituta hay ley ni en el Digesto.
Pregunten en mi casa, en la Academia,
En el café, en el Prado si mi cara
Espanta como el trueno o la epidemia.
No es que blasone yo, ¡Dios me librara!
De venusto y donoso y pulcro y lindo;
Mas ¿figura de proa o de mampara?...
No a las deidades del sublime Pindo
Culto daría tan aciago busto
Que ruibarbo destila y tamarindo.
¿Cuándo fui yo tan áspero y adusto?
¿Cuándo fui tal que la mujer encinta
Se exponga al verme a malparir del susto?
¿Quién reconoce en tan aviesa pinta
Al que, si no presume de Narciso,
Tierno fue, y lo es aún, como un Aminta?
A hombre encarado así fuera preciso
Que Pedro, sin más trámite, la puerta
Tapiara del celeste Paraíso.
Y una vez la impostura descubierta,
¿Será mucho un porvida a cada rasgo
Y por cada facción una reyerta?
Español o francés, suizo o pelasgo,
¿No he de llamar calumniador infame
Al que así me transforma en fiero trasgo?
¿He de sufrir sin que a los cielos clame
Que un temerario a engendro tan aleve
Manuel Bretón de los Herreros llame?
¡Cómo! ¿Justicia habrá para el que leve
Injuria en una acción o en un vocablo
A inferir a su prójimo se atreve,
Y no para el que en público retablo
Tal a un vecino honrado desfigura,
Que no osaría prohijarle el diablo?
¡Feliz yo si tan ruin manufactura,
Ya que mi cara no genuina y propia,
Fuese de ella mordaz caricatura!
Siquiera al troglodita de la Etiopia
El maligno pintor me asimilase,
Pudiera brujuleárseme en la copia.
Nadie contra el pintor pide un ukase,
que, aun ridiculizándole en estampa,
Le distingue entre el vulgo de su clase;
Y hay más de un presuntuoso que se alampa
Porque su oscura faz caricaturen
Si así el mochuelo entre los cisnes campa.
Mis defectos propalen y censuren;
Lleven hasta la hipérbole la mofa,
Mas no, sin ton ni son, me desnaturen.
Pues no me juzgo de mejor estofa
Y a un rey he visto convertido en pera,
Hagan de mí una col o una alcachofa;
Mas o diga: he pintado una quimera,
O el pintor en la que haga a su capricho
Deje algo de mi cara verdadera;
Y no se diga de él lo que se ha dicho
Del que al pie de sus torpes mamarrachos
Ponía: este es un gallo; este es un micho.
Rían de mí en buen hora los muchachos,
Pero rían de mí cuando en petacas
Me vendan o aleluyas los gabachos.
Cuando a la feria mis facciones sacas,
Pintor, yo no te pido que me loes
Ni que indulgente seas con mis macas.
Tengo una que ni Celso ni Averroes
Pudieran corregir; la que siquiera
Me iguala en esto al inmortal Camoes;
Y el pincel detractor ¿quién lo creyera!
Hasta en la ausente luz me falsifica
Trasladando el eclipse a la otra acera.
Porque cargue en lo feo no me pica,
Que fuera necio y femenil orgullo,
Quien me forja esa faz con que trafica.
Esopo (es ya verdad de Perogrullo)
Romo, giboso y de infeliz pergenio,
No brindaba de amor al blando arrullo.
Lindos no fueron Alarcón, Celenio,
Ni otros cien que a la cumbre del Parnaso
Se alzaron en las alas de su genio.
Mas algo de ese genio nada escaso
Hubo de transpirar; algo el oculto
Fuego brilló a través del tosco vaso.
Yo, mediocre poeta, no en mi bulto
Pienso escrito llevar Deus in nobis;
Pero ni soy feroz, ni soy estulto;
Y tanto a mí semeja el coram-vobis
Con que cual vera effigies se me vende
Como a Ataúlfo, o Recesvinto o Clovis.
Pero el que tanto con su brocha ofende,...
Al arte más que a mí, no es compatriota
Sino un quidam anónimo de allende.
Y es maravilla que fandango o jota
Bailar no me haga en traje charanguero
Con un trabuco al margen y una bota;
Que, ya sea rufián o caballero,
Para pintor de extranjis sólo un tipo
Tiene el pueblo español: el guerrillero.
Y mienten; que, aunque yo no participo
De tan precioso don, hay aquí talles
No indignos de Timantes y Lisipo;
Y si España en los campos y las calles
De horribles cataduras no escasea,
Hartas hay más allá de Roncesvalles.
No es español quien tan vitanda y fea
Me la atribuye a mí: del mal el menos;
Ni habrá español que tan bestial me crea.
¿Mas quién con ojos, ¡ay! miró serenos
Otra profanación ruda, inaudita...
Y esta no hay que achacarla a los ajenos!
Mi humilde cara al fin, fea o bonita,
Porque algún Orbaneja la adultere
Poco al lustre español pone ni quita;
Pero que a un hombre excelso se vulnere
Hasta el punto, ¡oh dolor! de que su rostro
En despreciable trasto degenere,
Es atentado atroz que ni Cagliostro
Osara concebir, y a su memoria
Herido en cuerpo y ánima me postro.
Aquel Fénix de España, cuya gloria
No es ignorada ya ni del más drope;
Tal le encumbra en sus páginas la historia;
El mimado de Clío y de Caliope
Y Talía y Melpómene y Erato;
Lope de Vega, en fin; Lope, el gran Lope,
Largo tiempo, ¡oh baldón! ¡Oh desacato!
De molde de pelucas ha servido
Comprado no sé a quién en un barato.
Cuenta al honrado artífice no pido
De aplicar a tan sucio ministerio
El busto de aquel hombre esclarecido.
Ignoraba que hacía un vituperio
Al poeta amenísimo y fecundo
Que con su nombre llena el hemisferio.
Culpo, sea quien fuere, al que de inmundo
Interés arrastrado hizo a sabiendas
Tráfico vil del vate sin segundo.
¡Tú, Lope mío, tú por esas tiendas
Sirviendo de irrisión al transeúnte!
¡Así han hecho de ti carnestolendas!
¡Tú con bucles cosidos a pespunte
Sobre esa frente que de lauro Febo
Ciñó y de nardo y rosas Amatunte!
¡En guisa tú de frívolo mancebo
Ostentando risibles papillotes
Sobre greñas robadas al Erebo!
¿Quién de tu ingenio las preclaras dotes
En ese maniquí reconociera
Que ya sirvió para dos mil cogotes?
¿Cabe suerte más triste y lastimera?
¡Peladas viera yo todas las nucas
Antes que befa tal de ti se hiciera!
De estúpido acusando a Juan, o Lucas,
Es frase proverbial entre españoles:
«¡Soberbio molde para hacer pelucas!»
Vista pues la ruindad de tres bemoles
Que al buen Lope injurió, la que me ensaña
No vale, a la verdad, tres caracoles.
No como quiera al público se engaña,
Y quien por muestra tan soez me busque,
De fijo no me encuentra; no me araña.
No más la ciega cólera me ofusque,
Que habas cuecen abondo en todas partes,
Y mi oración no pase del ¿Quousque...?
Contra ese Catilina de
las artes.
Manuel Bretón de los Herreros