EN LA SELVA FERVOROSA
XIV
¡Mujer! mariposa, en la puerta azul de la vida
tocaste y, abriéndose, estás en regiones soñadas.
¡Mujer, entorna tus ojos a luz engañosa,
rasga a la vez los tu pidas telones del alma!
Sedientas las carnes están de tu espíritu rosa;
tú bosarás como fuente colmada en verano;
yo, seco tronco de selva cerril y bravía
seré la esponja que empape tu hiel o tu bálsamo.
Tundir, flagelar quiero muslos de nácar y raso;
muslos cálidos, propios de entraña divina;
con el asta más fuerte que tiene mi tronco cenceño
descargaré tu tesoro, porque eres un árbol de olivas.
¡Ven así! Ven a mí como ciega palpante y medrosa.
¿Te sorprende que tenga corteza selvática el cuerpo?
¿Te sorprende que lleve en el alma la fibra roqueña?
Ven a mí, soy el hombre y el árbol, los dos complementos,
Mi canción has oído en tu fondo sellado de virgen;
te sedujo mi voz y mi gesto en los mudos espacios;
yo tendré para ti las ternuras del novio islamita,
por lo mismo que estoy de rudezas y fiebre pasado.
José Moreno Villa