AQUÍ GOLPEABA
Aquí golpeaba airadamente el padre sobre la mesa causando un
temblor de cristales, una zozobra en la sopa,
volcaba el jarro de su atoridad aprendida, de sus miedos,
de su ternura incapaz de balbuceos.
Adelantaba su dedo acusador y el silencio
era como una puerta obstinada que dendeia a los niños del llanto.
Aquí sólo hay ahora una mesa de cedro, unos taburetes,
un modesto frutero que alguien hizo
con doméstico afán.
¿Dónde los niños,
dónde el padre y la madre arulladora?
La tarde esplendorosa asoma añil y roja detrás de los
vitrales.
Y pareciera que tanta paz, tanto silencio pesaroso
fuera el golpe de Dios sobre la mesa.
Piedad Bonnett