LÁGRIMA SIETE
Pomona se apareció con sus árboles rotos y fríos
de vientos desechos en ruinas.
Comedor de raicillas blancas,
aves enfermas,
locomotora manca y vieja pule los rieles.
Le dijo al ángel que dejaba la casa,
anochecía en sus dientes
el recuerdo de otra estación,
hierba transplantada en los intestinos,
manchas de azufre,
hormiga y grillos de arena.
Se llenaron los pies de camino
y sal de música intoxicada;
largas carreteras,
angostas y curvas;
con la vista vuelta hacia atrás.
El tigre seguía en el cerebro,
matador de carne.
Francisco Azuela Espinoza