SIN SILENCIOS, MUCHACHO
A Javier Hernández Limones
Un muchacho cayó de lo alto esta noche,
fracturándose la voz emancipada.
El tan sólo se quiere levantar cuando aún
el mar está a oscuras y titilan las pupilas de algunas mujeres.
Vagabundo, robado y sin rumbo
se protege de los ojos de las tinieblas.
Es la cara y la cruz de quien se viste no más que con ojos.
Lanza su valor como una colilla apurada
y rompe el cristal que el sueño precipita
en los extremos de sus pies y manos.
En medio de la calle, en la que un día cambiará
ha dejado una cruz que no oye voces.
Pero también hubo otro muchacho que cayó al mismo tiempo,
se desangró los ojos, se fracturó casi el alma.
Tenia nombre de fruto amargo y ácido
y su mirada curiosa ansiaba la conquista del paraíso.
Le denegaron la entrada a los cielos
le brindaron las llaves del infierno.
Amigo, el impacto estrepitoso del cuerpo
tan sólo lo oyeron mis oídos.
El azahar y el romero enraízan sus adentros
para colmar de gloria la caída en la que se forjó
el milagro de la feliz respuesta del no a tu silencio.
Francisco J. Gallardo