Y SE FUE
Y se fue riendo, sonriendo para sí,
con la cara de luz iluminada,
sin ni siquiera pararse a pensar
en la soledad en que me abandonaba.
Dejándome sola, otra vez más,
sola con al cruda realidad,
con las manos y el corazón
vacíos de tanto amar.
Entregada hasta la última milésima
de mi ser crucificado,
sangrando ya sin sentir
que mi vida había expirado.
Irene Martínez Moreno