VERANO

El verano aparece.
Como una comedia en medio del tiempo, como un descanso merecido después del ajetreo, como un sueño pasajero y ligero, como un barco en medio del naufragio de la vida, como pelo enredado de un niño que juega con la arena, como un pájaro recién nacido revoloteando entre las manos, como agua de mar color jaspe que salpica los sueños frustrados, como un helado sabor a limón, como una isla en medio del desierto, como un oasis que regocija al camello cansado y sediento, como  calor que recorre el cuerpo despertando los sentidos de la juventud adormecida, como un cubo con la pala y el rastrillo en la playa recién limpia, como un beso a escondidas de dos enamorados en la orilla del deseo, como un pato de plástico invitando a nadar en el mar del desaliento, como sandalias que hacen daño en los pies delicados del invierno, como una toalla llena de sudor del momento, como sol alumbrando los gélidos parajes, como una mirada furtiva a través de la ventanilla del tren de la vida, como una parada en la estación.

El verano desaparece.
Como el helado apenas saboreado y ya derretido en el pavimento de la vida, como el album fotográfico cargado de instantáneas de historia en sus brazos, como el caballo trasquilado sin bridas, como las marcas del biquini, como el trabajado bronceado, como las noches de ilusión convertidas en largos días, como el nido preparado con cariño y que el viento desparrama en el sendero, como la nube blanca de algodón, como el niño que cree nadar en el pato de plástico, como el castillo de arena que nos convirtió en reyes por unos momentos y se desvaneció con las olas, como los amigos del verano azul, como el arco iris lleno de color y de ilusión que deja paso a la estación de las lluvias, del recuerdo y del anhelo.

Gracias verano por hacerme vivir intensamente un momento.

Vuelve pronto.