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El aire entraba en mí sin encontrarme.
En el globo cautivo de mi pecho
me contaba las islas invernadas,
las agudas piteras, los barrancos,
los desmandados mares sin adioses.
Y persiguió los pozos de las venas,
las galerías de los instintos,
las puertas de la cámaras vitales.
Y se marchó de mí sin encontrarme.
Yo me hallaba tan hondo y tan espejo
que era invisible al aire.
Pedro García Cabrera