AÑO NUEVO ENTRE BARROTES
Sobre el caballo de Atila
—sueltas las bridas al cuello
y galopando ilusiones—
ha llegado el Año Nuevo.
Una manada de lobos
viene azotando sus remos.
Los lobos con que los hombres
han caldeado el invierno.
Piafaban en sus ijares
charoles calenturientos
y un penacho de neblina
humedecía sus belfos.
Crinado de sangre y luto
iniciaba su trayecto,
devanando las arterias
en la rueca de un allegro.
Lo oíamos balbucir
junto a montones de muertos
y relinchar en la noche
trágicos fusilamientos.
Pero con guata de olvido
nos acolchamos el pecho
y con látigos de júbilo
le salimos al encuentro.
En jocunda algarabía
desfilábamos los presos,
arrastrando las cadenas
de aposento en aposento.
No era aquella zarabanda
ni una broma ni un festejo.
Era un rito que se abría
en la túnica de enero
como una amistad caliente
desbordada de aleteos.
Cuando pasó a nuestro lado,
brida suelta, largo cuello
y galopando ilusiones,
llevaba un casco deshecho.
E izamos de la alegría
los caídos masteleros,
saltando a piola de rosas
los insomnes parapetos
que al final emparedaban
las furias del año viejo.
Aquella noche volvimos
a cruzar prados libertos,
jinetes sobre el galope
tendido de nuestros sueños.
Pedro García Cabrera