ALONDRA DE LA TARDE PERDIDA
Tarde perdida en el bosque,
busca de prisa el camino,
que no te coja la noche.
Súbete al árbol más alto
y mira si el sol ya rompe
sobre la piedra del agua
su cacerola de cobre.
No te detengas oyendo
el lenguaje de las flores,
que en el vientre de la sombra
se amamantan los terrores
y el blanco diente del miedo
muerde en oscuros relojes.
Oros ya heridos de muerte
multiplicaban sus voces
por manantial de nubes
y por jirafas de torres.
¡Oh, tarde, apenas viviendo
en el eco de tu nombre!
¡Ay, Caperucita Roja,
tus lirios de carne ponen
colmillos más afilados
al negro lobo del monte!
No te detengas más tiempo
extraviada de ilusiones,
que ya la red del silencio
va recogiendo montones
de lentos pájaros grises
y anchas caderas de bronce.
No te quedes, verde y sola,
en el corazón del bosque,
que ni la luna sabría
en dónde se encuentra, en dónde,
la cabaña de rubíes
en que habita tu horizonte.
¡Ay, tarde que te has perdido
como una corza en el bosque:
huye en las últimas luces,
que no te coja la noche!
Pedro García Cabrera