ALONDRA DEL VIENTO DEL OESTE
Saltó del agua oscura
el viento del oeste.
Fumába su gran pipa
de ráfagas celestes.
El reloj de una isla,
su naufragada frente;
y un ramo de horizontes,
su cintura de nieve.
Los árboles, al paso,
en anchas copas verdes,
le escanciaron cabriolas
de mentas y grumetes.
Le ofrecieron las playas
un lecho de vaivenes,
caracolas distantes
y salobres claveles.
Pero a todo negaba
su gesto transparente.
Un instinto de mares
le latían las sienes.
Y volvió al agua oscura
sin jamás detenerse,
ni volver la cabeza,
ni entreabrir sus desdenes.
Y se fue al agua oscura
por sus pasos ausentes,
como había venido,
el viento del oeste.
Desde la luna llena
se vio su brazo alegre,
del talle de la lluvia,
en la noche perderse.
Pedro García Cabrera