A LA RUEDA DE UN CARRO
Tristemente, las ruedas van hundiendo en el barro
su gemido incansable, monocorde, doliente, lagrimones
de cieno se desprenden temblando,
desplomándose suaves, silenciosos y lentos,
dulcemente redondos, tiernamente pausados.
Aquí en esta madera, que se queja cansada,
cantaron jubilosos, espléndidos, los pájaros,
y las ramitas tiernas con su verde ventura
temblaron mansamente bajo el viento de mayo.
Redonda va la pena, redonda va la muerte,
redonda va la rueda, torpemente girando
Y sobre el carro, lento, cargado de verduras,
un mocetón alegre no sé qué va cantando.
Rafael Morales