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UN SARAO PERICANTE

                      I

«¡Perla! —dijo a doña Alcira
Su esposo el doctor Pilato—
Hace un año, ¡tiempo gratol
Que nos casamos tú y yo;

»Y es justo que festejemos
Debidamente el gran día;
¿Qué opinas, cachorra mía?»
—«Hágase,» le respondió;

«Pero no echemos en fiestas
La casa por la ventana
Y nos hallemos mañana
Sin un hueso qué almorzar.

»Para mí no hay fiesta alguna
Más dulce que estar contigo;
Pero no te contradigo,
Tu querer es mi mandar».

—«¡Gracias!» Soponcio replícale
Dándole un beso en la frente,
«Vamos pues, incontinenti,
A invitar para el festín.

»Dicta los nombres, paloma,
Yo seré tu secretario,
Y en el ramo pecuniario
Expide tú el boletín».

—«Ante todo, es de ordenanza,
Dijo la amable doctora,
Convidar a Pincho y Flora,
Padrinos de nuestra unión.

»Y al decir Flora, ya dije
Su novio el galán Barbucho;
No se divirtiera mucho
Uno solo de los dos.

»Luego con su fiel Canícula,
Don Tripón Mastín Tarasco...»
—«A ese no hay que darle un chasco
Con una cena así, así».

—«Tú verás. Apunta al Conde
Arrufo de Terranova,
A Zaida, a Zamba, a Caoba,
Y a la linda Fililí.

»Con veinte más, es bastante,
Las chicas tendrán parejas,
Y los viejos y las viejas
Charlarán y comerán.

»Yo, traje nuevo no haré,
Prefiero el de nuestra boda,
Y si no lo creen de moda,
¡Qué me importa el qué dirán!»

                      II

Llegó lo noche fijada
Por nuestros cónyuges tiernos,
Y por pares o por ternos
Llega la gente invitada.

Vense allí, como en museo.
Lebrel, Pachón, Gozque, Alano,
Sabueso, Galgo, Jateo,
Y el Chino y Faldero enano.

Los que gastan más boato
Vienen en carroza propia,
Los atacados de inopia
En un ómnibus barato.

La sala, limpia y sencilla,
Do aqueste gaudeamus pasa
Es el zaguán de una casa.
Con su escaño y con su silla.

Pero como era sensato
Dejarlo holgado, ancho y fresco,
Se arregló para el refresco
La covacha de Pilato.

Dos ujieres, mono y mona,
Anuncian los nombres; pero
Examinan bien primero
Los pies de cada persona;

Pues la señora abomina
Ver en su alfombra una mancha
Y sabe que en esto es ancha
Toda conciencia canina.

Por más variada y amena
Se dispuso a hacer la holganza
Sarao de canto y danza
Con apéndice de cena.

Mas para Tripón Tarasco
El apéndice es la obra,
Canto y baile están de sobra
Y les hace un gesto de asco.

Acercose con misterio
A doña Alcira, y le dijo
«Temo que en el regocijo
Nos acontezca algo serio;

»Se me accidentó en el coche
Mi idolatrada Canícula,
Y fuera cosa ridicula
Que repitiera esta noche;

»Está débil, —y es receta
Del doctor en tales casos
Darle, a intervalos escasos,
Un tentempié, una muleta».

Dona Alcira trajo al punto
Torta de ratones fría,
Bocado a cuya energía
Estornudara un difunto;

Y él, más veloz que una flecha,
La intercepta con aplomo
Diciendo: «Cuanto yo como,
A mi mujer le aprovecha».

Con cuyo breve prefacio
Se arrellena como un fraile
A gozar de torta y baile
El digno alumno de Horacio.

Diose principio a la fiesta
Con la hermosa sinfonía
De La Muta, alias Jauría,
Trabajada a grande orquesta.

Luego, un trozo del Podenco
De Padua, bastante malo,
Y un dúo del Salgan-a-palo
Que también salió algo renco.

Después la contralto Zaida
Cantó aquella cavatina
«Late il cor» de Perrisina
Y la canción de Zorraida.

Pero la gran prima donna
Fue Fililí, la faldera,
La que debió ser postrera
Si talla hiciese persona.

Y aunque alegó estar muy mala,
Con el gañón como un cristo,
Y que en dos meses no ha visto
Un papel, ni hecho una escala,

Dio una aria de Gazza Ladra
Con tan eléctrico efecto.
Que sollozó (en su dialecto)
Cuanto perro hubo en la cuadra;

Y entusiasmado Tarasco
Cantó la marcha bucólica
De Zampa, en voz tan diabólica
Que todos gruñeron «Fiasco».

Con esto el concierto expira
Y Pincho rompió la danza
Poniendo una contradanza
Con su ahijada doña Alcira.

Los novios Flora y Barbucho
Fueron pareja perenne,
Lo cual, en tono solemne,
Se lo motejaron mucho.

Y también como mal hecho,
Se tachó al doctor Pilato
Que disertase gran rato
Sobre puntos de Derecho.

Mas aquello no fue obstáculo
Al común esparcimiento:
Ninguna dama en su asiento
Quedó de mero espectáculo.

Cabriolaron como locos;
Y aunque perros, o bien, canes,
Ninguno allí vio cancanes
Ni otros groseros descocos.

Y cuando de tal faena
Se cansó todo el perrambre.
Pararon latiendo de hambre
A descansar en la cena.

Esta fue digna corona
De tertulia tan completa,
Salvo que en una pirueta
Manchó un vestido la mona.

Y sin otra perripecia
La orquesta les dijo abur
Con el Dogo de Venecia
Y Lucía de Lamermur,

Tras de lo cual la alborada
De un perro lluvioso día
Vio salir la perrería
A dormir su trasnochada.

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Cuentos morales para niños formales


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