LETITIÆ
¡Alégrate, juventud!
La primavera de las almas
ha engarzado en tus sombras una chispa de luz,
que es como aquel lucero
que señaló el sendero del establo a la cruz.
Júntense todas tus miradas
en el divino centro de esa ígnea virtud;
y váyanse tus pasos por el nuevo camino que esa luz te señala.
¡Alégrate, juventud!
Es la gran hora de la Vida.
La mañana ha limpiado los pinceles del Sol
en sus doradas nubes.
Las cumbres se amotinan hambrientas de arrebol.
Y las campiñas enfloradas
se abren las venas llenas de un agua de salud.
Naturaleza madre te dice que es la hora de las resurrecciones.
¡Alégrate, juventud!
Melancolía prematura
quiere amenguar los bríos de tu savia viril.
¡Cede al amor el pecho
y enguirnalda tus sienes con un ramo de abril!
Sobre las tumbas de tus padres
debes pasar tu arado: si abres el ataúd,
verás tú cómo escapan pájaros resonantes que te dicen en coro:
¡Alégrate, juventud!
¿No has recogido los laureles
que tus antepasados hubieron en la lid?
¿Y no estás orgullosa
de tu padre el Quijote, ni de tu abuelo el Cid?
¿Será preciso que de lo alto
de los siglos la estirpe venga como un alud
y arrastre al fin el peso de tus preocupaciones y tus melancolías?
¡Alégrate, juventud!
¡Oh juventud! Una paloma
posa su vuelo sobre la testa del León.
¿No oyes? Del otro lado
del mar y el tiempo, un mundo te envía una canción.
¡Oh primavera de las almas!
Hay gritos de trompeta y arrullos de laúd;
y cálices de flores y bocas de mujeres, unánimes, te dicen:
¡Alégrate, juventud!
José Santos Chocano