A M.
¿Detenerme? ¿Cejar? Vana congoja.
La cabeza no manda al corazón.
Prohibe al aquilón que alce la hoja,
no a la hoja que ceda al aquilón.
Cuando el torrente por los campos halla
de pronto un dique que le dice: ¡atrás!
podrá saltar o desquiciar la valla
pero pararse o recular... ¡jamás!
¿Por qué te adoro y a tus pies me arrastro?
¿Por qué se obstinan en volverse así
la aguja al norte, el heliotropo al astro,
la llama al cielo y mi esperanza a ti?
Diciembre de 1884
Salvador Díaz Mirón