MEMENTO
Cautiva imagen, entre dos espejos,
mirando prolongarse al infinito
el rostro de un desconocido, un viejo
de ojos tristes y párpados marchitos.
La mano, puro huesos y pellejo,
vuela a la boca para ahogar un grito,
eslabonando secos morabitos
que avanzan a medida que me alejo.
Vertiginoso, móvil palimsesto
de lívidos ancianos repetidos
—arrugas, queratosis, piel cetrina—,
petrificados en el mismo gesto
del que de pronto se ha reconocido
en el extraño que dobló la esquina.
Tristán Solarte