EN EL MEDIO MISMO DEL DÍA
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Son las once del calor, las once en punto de la vida.
Seguramente que mi padre sabe hasta olvidarlo
qué habrá para el almuerzo, qué hará el
lunes, de dónde
vino hace un momento y adonde irá a la tarde. Ahora
simplemente comenta con alguien que se oculta
fuera del vórtice de luz —perdido en la penumbra
que ya, despacio, comienza a corroer
las cándidas orillas de la piedra. Su voz
—la de este oculto— es un rumor oscuro, vago
como un balbuceo de aguas también ocultas o el murmullo
de miríadas de insectos entre la noche ávida.
Eliseo Diego